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Google y el royalty
Fecha edición: 01-08-2004
José Ramón ValenteDiez de la noche, hora en que los niños deberían estar acostados descansando para empezar un nuevo día con energías y en la tranquilidad que se logra después de un largo día de ajetreo se escucha a uno de ellos... ¡Papá¡, se me olvidó que tenía tarea! ¿Qué hacer para buscar información sobre la Patria Nueva a las 10 de la noche de un domingo?
Quince años atrás hubiéramos recurrido a la nunca bien ponderada enciclopedia de la casa; hoy encendemos el computador y tenemos ante nosotros el inmenso mundo de internet, apretamos las palabras mágicas www.google.com y con sólo escribir el tema que necesitamos investigar accedemos a toda la información en línea acerca de éste. Y aunque muchos de nosotros no nos hemos dado cuenta, de nada serviría toda esta información si no tuviéramos un buscador efectivo que nos permita encontrarla: Google.
Google es una empresa fundada en 1998 por dos compañeros de universidad, Sergey Brin y Larry Page, de 23 y 24 años, respectivamente, quienes deciden crear un algoritmo para la búsqueda de datos en internet. Comienzan la empresa en el dormitorio de Larry Page, se expanden al garaje que les arrienda un amigo, y hoy emplean a más de 2.290 trabajadores.
Durante esta semana nos hemos enterado de la futura colocación de acciones de Google en la Bolsa norteamericana, en la que se espera vender cada acción entre US$ 108 y US$ 130. Esto implica que la compañía que crearon dos universitarios y que funcionó durante meses en el dormitorio de uno de ellos hoy vale entre 29.000 y 36.000 millones de dólares.
¿Y dónde está la relación con el royalty?
En alrededor de seis años, un grupo de personas dedicadas a crear valor lograron generar riqueza equivalente a casi la mitad del producto interno bruto de Chile, mientras que en Chile llevamos casi un año destinando nuestras mentes más brillantes, nuestros recursos políticos y económicos, a discutir sobre el mero traspaso de 100 millones de dólares (un 0,1% del producto de Chile) desde el sector privado al Fisco, con carácter de urgencia y planteado como prioridad nacional. Es decir, toda la inteligencia de nuestro país dedicada a generar ¿cuánta riqueza?: CERO.
Efectivamente, la discusión del royalty se ha centrado en el traspaso de recursos -a través de un impuesto- desde las empresas mineras al sector público. ¿Cuánto valor habríamos podido crear de dedicar nuestros recursos a actividades más productivas que la discusión política?, y más importante aún, ¿cuántos empleos podríamos haber generado de dedicarnos a generar valor, en vez de dedicarnos a discutir cómo traspasar la riqueza de unos a otros?
La Constitución entrega como mandato a los parlamentarios y al gobierno, elegidos por el pueblo, el representarnos en la toma de decisiones. Pues bien, quizás es el deseo del pueblo que nuestros representantes dediquen su tiempo a discutir el traspaso de riqueza en vez de dedicarse a crearla.
Sin embargo, y tal como se puede deducir de los resultados de la encuesta CEP recién publicados, el 48% de la población cree que empleo es la primera y más importante tarea que debe solucionar el gobierno. Y no hay otra manera de generar empleo de calidad que a través de la generación de riqueza.
Sergey Brin y Larry Page no sólo han logrado en seis años crear más de 2.290 nuevos empleos. Han entregado a través de los años y virtualmente a cada uno de sus trabajadores -desde administrativos seniors a ayudantes administrativos -20,7 millones de opciones "Googlers" (o derechos a comprar acciones de la empresa) a precios menores a 49 centavos de dólar. Haciendo cálculos simples, esto implica que si cada uno de los trabajadores hubiera recibido el mismo número de opciones "Googlers", cada uno de los empleados de Google será dueño, a partir de la apertura en Bolsa, de una riqueza cercana a un millón de dólares.
Si estos dos jóvenes han logrado convertir a sus trabajadores en millonarios, lo mínimo que debemos hacer nosotros es exigir al gobierno y a aquellos que han sido elegidos para representarnos, que cumplan con las tareas que les hemos encomendado, es decir, que dejen de perder el tiempo en discutir ideas que no generan valor y empiecen a trabajar en aquellas iniciativas que generan riqueza y empleo, y que finalmente permitirán sacar de la pobreza a quienes deben vivir bajo su yugo cada día.
Hagamos que nuestro país funcione más como una empresa Google y menos como el resultado de una discusión demagógica.
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